domingo, 19 de enero de 2014

Tras unos meses de desesperación, y a raíz del consejo de una vecina, que también sufría la misma enfermedad desde hacía muchos años, me animé a dejar de golpe toda la medicación y empecé a probar con el cannabis; a través de una revista me puse en contacto con un médico que me dio unas pautas para tomar esta planta. La infusión debe hacerse siempre con leche, porque el punto de ebullición del agua destruye el principio activo del cannabis, en cambio con leche se mantienen mejor las propiedades. Había días en que no estaba bien, y podía tomar de 3 a 4 al día, y días en que aún estando mal, no podía tomar porque o bien no me venía en ganas o estaba tan mareado que volvía a salir. Creo que quien esté dispuesto a probar las infusiones, puede regularse su consumo si ve que el efecto es beneficioso. Aparte de esto, la principal acción que llevé a cabo fue perder el miedo y aceptar la enfermedad con toda una serie de actividades de introsprección, de trabajo interior y positividad; ayudado por la ingesta de cannabis que me hacía más ligeros el cansancio, los mareos y los vómitos. Después de un año y medio de esta actitud y actividad, me empecé a encontrar mucho mejor, me volví a incorporar al mundo laboral, y ahora tengo una vida normal; el mantenimiento que estoy siguiendo, después de ocho años, consiste en cuidarme psicológicamente, disfrutando al máximo cada momento.

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